martes, febrero 21, 2006

La novela

No se cuanto tiempo podrá pasar hasta que lo encuentre.
Un día o dos, no creo que pase de esta semana.

Mis pies están al borde de un abismo que solo yo puedo ver. Y están tan fríos. Y estoy tan vacía.
Me pregunto por que seré mujer, y no un hombre. Me pregunto si no seria más fácil siendo hombre.
Cuando veo, veo un poco de esta nariz que sobresale de mi cara. Y no se como me ven de ahí afuera.
La historia de mí, empieza hoy y termina hoy. Siento el fin y el principio cada día.
Mis manos son alas empolvadas de polen. Como las mariposas. Y soy frágil, volátil, vulnerable, pálida, violácea, gris, mojada o húmeda, vacía.

Soy dolorida. Sé más palabras de las que necesito. Sé menos de las que quisiera.
Soy insatisfecha. Soy inalcanzable. Impenetrable. Soy un huevo con poco hervor.

Me fundo, me deshago, me derrito. Me duelo. Me pierdo. No me veo. Me busco mal. Busco poco.
Me levanto, sigo un poco.
Bailo.
Me desarmo de nuevo.


Ese gato no deja de mirarme. Pero no me habla. No ayuda.

Ahora se necesita de alguien que hable.
Cuando me decido en alguna dirección no se que es lo que ocurre, pero hay algo que nunca funciona. Hay personas que no me interesan, que no me gustan, será porque me recuerdan demasiado a algunas partes de mí que aborrezco.
Él me recordaba esa parte, que aunque no iguales, nos identifica como dos seres entregados, regalados, ofrecidos, dispuestos.
Una carencia de orgullo que lo coloca a uno en el trono del ogro. Me sentía una princesa hermosa y cruel, y él un pobre siervo.
Y nadie se merece ser ciervo, y menos que menos mío.

No hay comentarios.: