domingo, enero 21, 2007

DISCUSIONES DE VERANO I

Julieta Prandi es noticia otra vez y ninguna de las Pulpis nos percatamos por qué. Sin embargo, esta longilínea rubia generó furiosas diferencias al borde de la pileta en un día de quinta tan típico como placentero. Comimos asado, tiramisú, torta de manzana, tomamos mate, café, agua y coca común. Nos metimos en la pile, nos tiramos de culo, de palito, de cabeza y pasamos por el medio de una rueda de goma. También jugamos al submarino, que si no se llama así, hoy lo bautizamos. Es ese juego que consiste en tirar algo (un gancho de pelo amarillo flúo en este caso) al fondo de la pileta y el que lo encuentra primero gana. Perdí haciendo trampa mientras Pulpi, boca abajo, con la cola al aire, se bronceaba en la reposera. Bajó el sol y nos empezó a arder un poco la piel. A esa altura ya recitábamos de memoria las anécdotas de la otra –“se quebró la clavícula, se fisuró el dedo y estuvo tres días con suero internado en el Hospital de El Bolsón”, en ese orden. De aburridas empezamos a leer las revistas y diarios del domingo. Y la vimos. En vez de reírnos y tomar sus acotaciones a la ligera, como se dice que deben tomarse las cosas en el verano, nos encrispamos de una manera tal que una Pulpi casi termina convertida en la pelota del perro. Pero no fue la figura de Prandi lo que generó diferencias, sino sus aspiraciones de escritora…
La discusión sigue acá. Abajo, las razones a favor y en contra de la top model. Pueden participar.





Pluma, plumita

Nos guste o no Julieta Prandi parece haber nacido en este mundo para hacerlo más lindo y eso molesta. Ok, tiene cara de vieja, los dientes torcidos, el pelo quemado, se ríe desde las tetas, pero si se hace un concurso de culos lindos, seguro que el de ella gana y más de uno se lleva la revista al baño.
Si los fotógrafos le piden una carita más, más y más sexy Prandi pone al servicio de ese foco negro infinito creado para fabricar divas, cara de gatito de veterinaria. De los que están en jaula y se regalan. Efectivísima. “¡Eso, ahí va!”.
La visten de colegiala, enfermera, gatúbela, sirenita o intelectual con anteojos de marco grueso negro y pega. No tiembla, agrada. Pero claro, a nosotros, joven, prolífica e interesantísima (JPI) comunidad literaria, ¿qué tiene para decirnos una chica que se unta el cuerpo con aceite de bebé para subirse a una pasarela?
¿Y un empleado de supermercado? ¡Claro, vivan los progres! Los negros que bailan cumbia tienen el aval de usar la pluma, no vamos a discriminar, pero las rubias siempre serán taradas.
Antes de ir a los castings a ver si hacía algo de plata con un cuerpo cuyos piropos hacían al éxito evidente, Julieta soñaba con ser escritora y tener un bulldog. El perro ya lo tiene, se llama Malo y duerme con ella –que es buena- todas las noches que no lo hace con Gastón Portal, su novio y empleador. Escribir, también escribe. Cuenta con cinco años de taller de poesía y publicó en la editorial Zorra/ Poesía -que “intenta reunir pequeños trabajos de poetas contemporáneos de reconocida trayectoria y compromiso con la literatura”- como también en las revistas Lea y La mujer de mi vida. En esta última publicó una especie de oda a la ventana que no es peor ni mejor que nada que pudieran escribir los JPI. Pero es linda, naïve, jamás regalaríamos un libro de Julieta Prandi, pero como tampoco terminaríamos el Ulises de Joyce.
Como la mayoría de los JPI, ella también se hizo un blog en el que firma con el nombre de Lucía Cavallero. Escribe cosas como: “Con un cepillo de vidrio/ y cerdas de clavos/ recordar solo aquello/ que podrá llevar/ en el bolso de mano”. Una dark con muchos dones.
Quería estudiar Letras, pero se anotó en Comunicación. Llegó a la tapa de Gente con un hot jean, quebró la espalda hasta volverse escoliótica, Giordano pronunció su nombre con la libido de un cura pedófilo a punto de iniciar su homilía, hasta que finalmente se volvió famosa haciendo de bebota con Francella en la TV. Un truco fácil y esperable en el que caen hasta las intelectuales más despiertas. Mientras que a Julieta la cámara la desinhibe a otras las sensibiliza de tal manera que las hace recrear su propio reality. Finalmente la que paga es la pobre tonta y no la que elige pasar por tonta.
Y así, obtuvo lo que quiso: conoció lugares y gente inalcanzable y se convirtió en modelo, que junto con el periodismo es otra profesión sobrevaluada pero a diferencia de ésta, está bien paga. ¿Cuál es el mérito de ser percha de sastre, de tirar besos en la pasarela o estar divina gracias al Photoshop? Pero bueh, ella puede ser nena, puta, graciosa y tener un novio canchero. ¿Qué otra cosa puede querer una chica en capital? Bueno, seguir acariciando su ego y aspirar a un mundo por lo menos más lindo para todos con excepción de las mujeres inseguras que al ver chicas lindas en papel ilustración se deprimen en vez de pensar que la perfección existe.
Obviamente que a ningún editor literario se le pasó de largo ofrecerle un contrato y ella, cuando podría estar hablando de lo sexy que Gastón la hace sentir, dice que prefiere las editoriales chicas a las grandes.
¿Acaso la literatura está destinada a los feos que aprenden a escribir los sábados a la noche mientras todos salen a bailar? ¿O para los que viven en penumbras y son esquivos a la televisión?
Prandi puede terminar la sesión de fotos de una marca de ropa interior y en el camarín agarrar un cuaderno y escribir lo miserable que se siente con el portaligas todavía puesto. ¿Y qué?
Debo callar lo que recuerdo/ y hablar más”, escribe la top. Julieta, ahí sí cuidado.

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Julieta Prandi largá la birome ya

Linda, lo que se dice linda linda no soy.
Soy lánguida, armónica, cuando no estoy encendida en furia o en amor, soy bastante naif. Lo suficientemente aburrida, pero puedo transmitir unas cuantas emociones si quiero. Y hasta parecer sexy.
Tengo las piernas tan largas como para poder enredar a un caballero. No hago gimnasia, no sufro de trastornos alimenticios y fui vegetariana sólo dos años. Me gusta mi cuerpo. Cuando quiero me la creo. Sé tomar vino e inclinar la cabeza ante el flash. Ser imbécil o astuta depende de la ocasión. Sé Pertenecer. Me adapto al buen vivir y también a la supervivencia.
Tengo pocas tetas y un culo que gana pero no es increíble. Me asumo. Me gusto. Tengo lo que en cualquier realityshow llamarían Actitud. Si me gusta un chico con un poco de esfuerzo e improvisación es probable que por lo menos me quiera besar.
Pero hay que decir la verdad, linda, lo que se dice linda linda no soy. Es decir, el encanto no me rinde como para ganarme la vida mostrando el cuerpito.
A la hora de la conquista es así: exploto las virtudes y saco ventajas de los defectos. Le pongo onda, y me la banco.
Pero desde chiquita que el mundo me parece una cagada.
Si el chico del curso que me gustaba no me daba bola, o en el semáforo sólo me tocaba besarme con el más feo, entonces escribía.
Cuando en cuarto grado mi mejor amiga se fue a vivir al campo yo lloré, y escribí.
Cuando quería que mi mamá se quedara conforme me anotaba en concursos literarios para niños, escribía algún cuento de esos que hacen llorar a los padres y ganaba.
Entonces mi mamá me compraba medias, algún vestidito nuevo haciendo composé y me planchaba el pelo en la peluquería.
Me sacaba cuatro o cinco fotos junto al jurado del concurso y se sentía orgullosa. Eso más o menos una vez por año.
En el secundario no me gustaba ir a bailar, escuchaba esas banditas de punk melódico con letras cargadas de sentimientos homosexuales e inconformidad social. Nada que pudiese transformar demasiado el mundo. Y sufría, entonces escribía.
Me gustaban los chicos más grandes. Siempre siempre me enamore del que se enamoraban todas, no era más piola que el resto y sufría.
Y ahí escribía. Escribía, no desfilaba. Tengo claro desde siempre que la forma que me tocó canalizar este maremoto interno eran las letras, lindas o feas, no importa cómo salieran, el fin era escribir. Porque linda, lo que se dice linda linda no soy.

En cambio Julieta Prandi es linda. Linda, linda. De las bien lindas. De esas que si te las cruzás por la calle sin maquillaje y recién dejaditas por el novio, siguen siendo lindas. Apareció en una revista por primera vez cuando posó con el culo mirando a la cámara a través de un hot jeans. Y le quedaba perfecto. Un trasero de esos que no se arrugan con estrías y que no fofean celulitis. Juli es linda y encima de linda es rubia. Vino al mundo de la mano del doctor para ser eso: linda.
Desfiló en las playas mas caras de Uruguay y arengada por el dipsómano Giordano. Ella se pudo pelear con Pampita, porque es linda. Sólo una linda de esas bien lindas se pueden meter con otra bien linda. Y encima decirle puta.
Ahora le sacó el novio a una fea y también el trabajo y vive como una reina, su suegro el señorcito Raúl Portal, que recupera perros de la calle, le regaló su mascota favorita y ella dice que: hasta lloro de emoción. Y está bien!!.
Pero encima de linda, con novio y plata Julieta actúa, pone vos de nena chiquita, y no para entrevistar a escritores, sino para seducir a Francella. Pero no sólo eso, ahora Julieta Prandi escribe. Y dice que las editoriales la bombardean a propuestas a las que ella dice no. Por ahora no. Quiere empezar con algo chiquito.
La vida le dio el privilegio, el honor de ser linda, sin más. No necesita más que eso, sin embargo Julieta siente que el mundo necesita algo más de ella. Sus letras.
Julieta, no es que yo esté en contra de que te desarrolles en varias disciplinas, pero dejanos algo, no sé, un resto. No da para que acapares todo. No está fácil la calle. Para vos levantar es fácil, los invitas a tu casa a tomar algo y después medio entre copas te dejás convencer y entre risitas y caídas de ojos sacás el book y listo. Ya está. Un catálogo de enfoques que van desde tu nariz perfecta hasta los pliegues de la cola.
Pero a nosotras qué. Nos abrimos un blog, escribimos chanchadas para provocar a la platea masculina, nos dejamos emborrachar en talleres literarios, sacamos a bailar a compatriotas poetas aunque nos pisen los talones cada dos pasos, nos comemos diez horas semanales de cursada para aprender que hay una gran diferencia entre una finalidad práctica y una finalidad de refuerzo de la impresión y que detrás de estas letritas hay una teoría literaria y que esto parece, pero no es joda. Lo intentamos. Nos animamos, creemos que es por ahí.
Y ahora llegás vos, que encima de recontra yegua escribís. Entonces ya no sólo levantás por linda, si no que a los chongos les susurrás poemas.
De onda, no seas turra Prandi, vos podes usar hot jeans, largá la birome…

En la escuela me enseñaron ésta, cantala conmigo…
“…Cada cual, cada cual atiende su juego y el que no, y el que no una prenda tendrá…”

jueves, enero 11, 2007

Lecciones veraniegas en la ciudad

Tenés hambre, la heladera está llena, nada te da ganas.
Mirás por la ventana y te disgustás con el plan de modernización del departamento de en frente y la vereda que pintaron tipo piano en el restaurante de la ochava te sigue pareciendo incomprensible.
Volvés a notar que lo que no entendés no te gusta.
Contás los días que hace que llegaste de vacaciones, pasaron más de cinco y en la mochila todavía queda arena.
Pensás y te autoconvencés de que el problema no sos vos, sino la ciudad.
Tenés la certeza de que no hay festival cultural que organice el gobierno que suplante la alegría de un beso, un mimo o un toquecito desprevenido en la cola.
Te ponés las ojotas, el pantalón más caído y gastado y una remera enorme sin corpiño. Enrollás una revista cualquiera y te la ponés debajo de la axila. Algo que en una situación normal jamás harías.
Hacés de cuenta que el ruido de los colectivos es el de una podadora y que las palomas son pavos reales. Trabajo duro. Te comprás un palito de frutilla.
El helado se transforma en su lengua.
Pero de tan frío se te queda pegado en tu lengua. Empezás a hacer señales para que te lo saquen, te quema, la kioskera te echa el agua que había preparado para el mate. Te caen lágrimas, se junta gente y a los tirones te terminás deshaciendo de él.
Moraleja: la ilusión del amor también duele.

jueves, enero 04, 2007

Asadam

Una soga de totora fue tejida un día en que el refugio era seguro.
Enrollada estuvo guardada en depósito;
pasó por fábrica, santería y feria.
Cuando las convicciones sobre el Corán fueron tomadas como delirios de un loco
el verdugo la compró.
Le hizo tres nudos y a cada uno le correspondió un rezo.
Una cámara oculta hizo del victimario, la víctima.
Entre oriente y occidente sólo quedó un fin de año.