martes, enero 10, 2006

Acampar

Me beso con unos labios tan secos y delgados que eso casi no parecía una boca.
Tampoco eso fue un beso.
Pero la proximidad excesiva de cuerpos extraños en lugares extraños en momentos determinados, sugieren el Beso.
Yo me escondía detrás de mi brazo pero podía ver su ojo de a ratos mirándome.
Y entonces sabía que el Beso era cuestión de minutos.

Esas curiosidades del clima, por las que una princesita consentida se encuentra con un soldado cansado (pero que no dice que esta cansado, solo lo deja leer en las manos, en los ojos, en la postura, en la sonrisa) y comparten una carpa para defenderse de una lluvia que empezó y parecía no querer terminar nunca.
Y esa atmósfera era propicia para que cualquier hombre de verdad besara a cualquier mujer.
Un instante en que dos se juntan para separarse de nuevo para siempre.
Para no volver a verse ni volver a saberse.

Pero la princesa entristecida ahora solo piensa en él. Y en que hubiera ocurrido si ella dejaba que esos labios áridos se dormían sobre los de ella un rato más.

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