No voy a ser la primera ni la última hija que haga llorar a su padre.
Anteayer encontré en mi bolsito de natación una bombacha con rayitas rojas, amarillas y grises. Ilusamente la había dejado ahí para cambiarme después del próximo (por cercano) chapusón.
Pasaron siete meses. Más de dos meses. Y todo sigue igual que ayer.
miércoles, octubre 19, 2005
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