miércoles, octubre 12, 2005

Amor a la sabiduria.

Si con mi hijo me comporto como con este blog...

Hace cuatro días que estoy internada frente a mi computadora y no es para postear...
Hume y Aristóteles, se supone que tienen que ser relacionas bajo estos conceptos : "Katharsis" y "deseo inixplicable".
Me hubiese gustado ser como mi pulpi favorita que se sienta en las mesitas de los bares y se atreve a interrogar a Esos, frente a los cuales yo me haría pis encima. (Félix, no!...Kevin, for example...)
Pero ambos estan más que muertos, y yo con eso de la muerte ultimamente no me llevo tan bien.
Pero la cuestión es que gracias a estos dos fallecidos descubrí que hay un momento en la noche en que la casa es mía.
A las doce todos se van a dormir, y apartir de ahí...me apropio de la cocina.
Apago ese artefacto cuadrado y horrible de imagenes incesantes, y prendo la radio. Periodismo puro. (guiño) Okey, no tanto periodismo, pero al menos musiquita de fondo, alguna locutora haciendose la hot, y chicos que llaman para contar su anécdota, para "contactar" gente, para relatar alguna ficción sexual, que nunca vivieron pero que les encantaria, y entonces contandolo por radio: que importa que es verdad y que no, ya esta dicho. Se podria decir que ya es casi cierto.
El anonimato nos deja ser lo que queramos, expertos del sexo, escritoras, chicas bellas y tristes, inteligentes incomprendidas, aunque tal vez solo sea una mediocre estudiante de filosofia, a la que le importa poco y nada la crítica del juicio.
Pero esa locutora hot, también es una mediocre y encima es gorda y fea. Y estudió locución para calentar con la voz, por que si no, no calienta ni el colchón.
Gracias a estas nuevas noches que estoy viviendo, aprendí que lo que más me gusta es saber que la mayoría esta durmiendo mientras yo me quedo despierta leyendo a estos dinosaurios.
Entonces ya no me torturo con los fantasmás diurnos.

Hoy empiezo un nuevo parcial domiciliario, ahora le toca el turno a Platón y su orgiástico Banquete.
Lástima que el relato no incluya la parte en que Sócrates le metió la mano entre las piernas a Agatón.
Así hubiese terminado bien mojadita y podría afirmar que la filosofía si que me nutre.

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