domingo, septiembre 11, 2005

Purple lips

Algunos creen que las seis de la mañana es el mejor horario para escribir. Yo no sé si eso implica acostarse tarde o levantarse temprano. Voy a probar lo primero, porque mi cabecita estuvo configurando líneas desde las once de la noche y se merecen una materialización, pese a que el teclado se vea borroso y la pantalla fosforescente.

Resulta que para imprimir 70 mil ejemplares de un diario de más de cien páginas se necesitan 22 toneladas de papel. ¿Cuántos árboles? Las máquinas monstruosas, los obreros eslabones de la cadena de producción. Capitalismo puro. Ahí no hay más que eso. Palabras prostitutas -¿cuál no lo es?- sobre rollos tan blancos que no tenían nada que ver. Caía una cascada llena de colores y Sábato reproducico más de cien veces en unas correas sobre mi cabeza. Ahí se me ocurrió dedicarme a la ecología. Los árboles dan sombra, mientras que el periodismo gráfico se reduce a notas escritas que terminan como firuletes estampados en papel de regalo.

Después, me vi sentada en la alfombra del sexto -leyendo el diario, contando la cantidad de errores- con un chico de mi edad y uno de mis editores al que lo pasan de sección. Brindamos por la verdad, la libertad de prensa, un diario distinto y nuestro potencial. Yo no les creí ni un poquito, por eso hice chin-chin con agua. Hello-ouu!!!

Chill out, chill out, chill out, pollito a la crema con papas noisette, arrolladitos de queso, sorbitos de vino. Lanata, Nancy Botox Pazos, Graciela Borges, Villarruel traba-hombros-con-saco-blanco, Gonzalo Bonadeo, Ego Eliaschev, La Roccasalvo, muchos empresarios a los que se les nota la buena calidad de vida que llevan y muchos periodistas a los que persiguiendo el éxito se perdieron.

Con mis compas femeninas del suple, las más copadas de todo el diario, nos pintamos los labios de rojo furioso y brindamos para que principalmente nos divertamos.

Levantamos la fiesta, hicimos que los más aburridos se fueran. Nos apropiamos del lugar: hicimos una ronda y en el medio pusimos todas las carteras y abrigos. Punchi-punchi, punchi-punchi.

Finalmente, todos -salvo JF- terminaron re empedo. El mismo compa que hoy a la tarde me dijo sosteneme la remera así me saco el sueter y no se me ve la panza, terminó bailando Aserejé a pecho descubierto. Y yo que no tomo... solamente me dejé contagiar un poquito por sus movimientos desmedidos, pero la verdad es que el versito de la nena perfectita es el que más cómodo me va. Entonces con mi cabecita cínica o reprimidita observé cómo nos conocíamos más, cómo se rompían las jerarquías. Y padecí a los brutos que te aprietan las manos y sin darse cuenta son capaces de dislocarte el brazo. Eyyy, tranquilo, si no me voy a ir, dejá que mi mano se deslice, así doy la vueltita y vuelvo a vos, i promis.

Se paró la música, prendieron los tubos, fui a buscar las cosas a nuestro piso con una de mis empedadas compas que me decía, "te juro que no me puedo hacer cargo de estos zapatos, te lo juro". Nos avisaron que la cocina del sexto se estaba llenando de humo, se abrió la puerta del ascensor y estaba lleno de humo. Rescaté a mis dos compas borrachos, perdí a uno. Y lo dejé ahí, borracho y yo apurada y cagada por si se incendiaba todo.
Nos tomamos un taxi, el fotógrafo que mejor bailó durante toda la noche vomitó agua, el taxista nos bajó del auto y nos quizo cobrar el lavado. Violentísimo. Las esfínteres se me aflojaron, casi casi que me hago encima. El tachero nos empezó a gritar, el fotógrafo le pegó una piña.

Todo cierra. Esta fiesta, dentro de un tiempo -esperemos que lejano- se va a transformar en piquete. Y va a ser por natura.

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