jueves, agosto 25, 2005

Me dan ganas de meter la cabeza dentro de esa bolsa, apoyarla en la almohada y abrazar mi peluche. Y que los dos sean uno. Y que yo no sea la misma. Y así, vuelvo a los setenta, a Francia, y miro a mi madre que, como cuando era jóven en los ´50, sigue usando esas polleras acampanadas por arriba de la cintura que aprietan y marcan la boca del estómago. Donde dicen que duele cuando uno se angustia.

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