lunes, agosto 01, 2005

“La rivalidad con la madre hace que la pequeña se sienta mal. Mamá es la que la cuida y se ocupa de ella. ¡Qué horrible que a pesar de ello desee tantas veces que se marche, que se vaya muy lejos, para dejarla a solas con su amado papá!”

Me lo dijo en el colectivo: “Vos tenés complejo de Electra”. BINGO. Terapia dos veces por semana para que venga un amigo y me lo diga un viernes a la noche camino a un recital boboashanti.

Tendría 4 ó 5 años, no me acuerdo, y creía que en el placard del pasillo mi mamá escondía una tropa de gente mala que me quería matar. Una vez se me hizo insostenible y se lo pregunté entre sollozos, al lado del placard. En el abrazo me dijo “cómo vas a pensar una cosa así”. Creo que lo abrimos y era cierto, no había nadie. Esos fantasmas desaparecieron. Ahí vino el miedo al tiburón en la bañadera. Pero esa es otra historia. U otro complejo.

“En una familia normal, la niña aprende con el tiempo que papá pertenece a mamá y ella no puede tenerlo. Poco a poco renuncia a sus sentimientos románticos hacia el padre y los dirige a otra -aún nebulosa- figura masculina: el hombre con quien se casará algún día. Al mismo tiempo comienza a identificarse con la madre, que le da el ejemplo de la mujer que ella será cuando sea mayor.”

Bueno, eso creo que no lo aprendí. ¡Pero se viene a manifestar justo ahora que estoy sola! Y no, no me quiero casar, solo quiero un padre para mis hijos. Y mi mamá, no, no. No quiero ser como mi mamá.

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