jueves, julio 27, 2006

un viejo viernes de no-amor

Estaba tan cálido y espeso ese aire, y el humo nos venia tan bien.
Mientras lo esperaba desnuda sobre ese colchón pelado pensaba en como me gustaría decirle que no lo quiero y que no creo que importe que el me quiera, pero que cuando lo veo me dan tantas ganas de escribir.
Todos sus movimientos desgajan oraciones que me guardo para no olvidar.
Y no me gusta nada que tenga que ver con su personalidad, no me gustan los deportes que hace, no me gusta su ropa ni sus libros, y menos que menos sus anteojos Ray Bans. Pero su perfume me parte el cuerpo por el centro.

Eran las tres de la madrugada, estábamos ahí acumulados los dos en el tercer piso de un edificio de la calle Tacuari. Enfrente de una funeraria donde creo que estaban velando por la muerte de alguien,
o estaban velando a alguien muerto.
No había cortinas así que la luz de los faroles de la calle entraba y dejaba ver del todo solo un poco. Un poco de contornos de cuerpos, de muebles, de ropas tiradas en el suelo. De la bola que forma su pelo casi afro.
Se agacho junto al equipo de música y puso un CD de Lennon.
Por suerte eligió la canción más hermosa, la apropiada.
Cuando empezó a besarme lo hacia tan despacio, tan, pero tan despacio, que entre beso, y roce, y lengua, me olvidaba que era lo que hacíamos.
No era sexo eso, era otra cosa, como un ensayo.

¿Ya dije que el suelo estaba tan debajo de nosotros?
No éramos Yoko y Lennon, no.
Pero por un momento pensé que con ese poco de luz entrando, que me parecía la luz del letrero de un hotel californiano, pensé que se podía ser feliz…
Fui feliz. Su perfume era la felicidad en formato respiración


Me gustaba cuando callaba porque estaba como ausente.
Y sus manos iban tan despacio, tan, que me perforaban la piel como una tortura china.
No se que es lo que hacía que necesitáramos rozarnos todo el tiempo, me parece que es esa necesidad suya de frote constante, como los gatos
Acariciaba tan lentamente, tan lánguidamente que me hacía olvidar que era caricia y pensaba que era lastimadura.


pero hoy ya me dijo que no quería saber más nada de mí.
y yo pronunciaría un ufa tan llenos de efes que le perforaría el tímpano
y no por que se haya mezclado algún tipo de sensiblería en mis intenciones para con el
simplemente es este desprecio
y pensar que no me va a acariciar más

yo que creí que era la única en la góndola de productos de belleza.

5 comentarios:

Doris dijo...

Deleite exquisito. Recorrer estas palabras, tan ajenas y casi propias... Paradojica contradiccion.
...................................Excelente blog!

Me alivia saber que hay mujeres que se animan a salir de sus muros y sacan el alma a la vida.

Linda dijo...

Creo que uno no quiere perder nada, ni lo bueno, ni lo malo, ni lo que da lo mismo, uno quiere saber que esa lata va a estar ahí, eternizada en la góndola del supermercado para cuando lo necesitemos.
Pero lamentablemente ellos tienen cadenas de supermercados, con ejércitos de góndolas y miles latas de conserva.
Es feo cuando te sacan por estar vencida.
Lo bueno es que cuando vuelven a buscarte ya no te encuentran.

O sí, a veces sí.

sol dijo...

me encantó pero muchísimo

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