martes, mayo 30, 2006

El fin del amor

Mi cuerpo dice basta, ya agotó todas sus energías y mi cabeza dice que ella se quedó con las ganas, porque hoy no hizo falta que pensara: menos de 60 pesos, buena calidad, onda, todavía tenemos plata en el cajero, adentro.
Voy al cine, disfruto y me indigno: la noción de amor que intentan vender o mejor dicho reforzar los yankees a través del cine es tan acorde a los tiempos que corren que apesta. Se reflexiona sobre la pareja como si fuera una empresa de bienes gananciales donde lo primero es la seguridad. Las historias de amor que refleja Hollywood atentan contra el amor, en tanto éste será eternamente el terreno de la inestabilidad que le da lugar a la magia y a la fantasía y que inspiró al poeta.
Si bien en realidad las maripositas en el estómago suelen dejar tumbado a más de uno, son inútiles, y el dolor que produce el deseo es más común que el placer, estas nuevas historias de amor, son historias de cálculo, modernas, de la rentabilidad, donde aparece la seguridad. De tan realistas justifican la realidad y el cine en vez de usar la magia del amor, siendo éste el argumento más sólido que tienen, en vez de propagar romanticismo, anuncian el fin de la ilusión, de la fantasía.
Entonces ellos dicen que para que una pareja “funcione” ambas partes tienen que coincidir en el tiempo y el espacio y sobre todo en el tiempo para criar hijos, para tener un perro y andar con bolsitas de haber hecho shopping por Paris. We know that so fucking real que queremos que nos vendan o (devuelvan) al menos la ilusión de creer.
Lo peor es que la forma en que la historia de amor comienza y cómo termina se contradice. Se empieza por la ilusión y se termina en la realidad más calculadora. Eso pasa en Secretos de diván, la nueva película que protagonizan Uma Thurman, Merryl Streep y un bombonazo. Uma hace de burguesa con la idiotez al punto máximo donde se puede forzar lo aceptable. La cuestión es que se enamora de un pibe quince años menor que ella. ¿Dónde? En la puerta del cine donde él está esperando a una noviecita. Chicas, todas sabemos que es imposible levantarse a un tipo (que siempre esté dispuesto al amor sin problemitas de erección) en la puerta de un cine, y más si está con una noviecita. Justo se les ocurre ir al baño juntos y al otro día él la llama ¡¡porque la buscó en la guía!! ¿Qué?
La cuestión es que se terminan enamorando. Tuvieron sexo en la tercera cita, esto está bien remarcado, recién después de un viaje laboral. Moral, a un lado la moral. Uma tiene que estar al punto de quemarse viva para abrirse de piernas! nosotras siempre estamos dispuestas, hasta indispuestas. Pero ella, pobre burguesita, no sabe qué hacer porque él no le da seguridad de nada. Tiene 23, se quedó sin trabajo y juega al Nintendo. Pero cuando se montan, ella es un tubito de ensayo y él, el más curioso de los alumnos de química.
¡Pero claro! Si los yankees no meten banderitas patrióticas cada ocho minutos, te desvarían la trama para que te confundas. Entonces el conflicto supuestamente está centrado en que ellos no pueden estar juntos porque la madre del pibe quiere que él se case con una chica judía y ella ni siquiera es cristiana, es moderna. ¡Atenti siglo XXI! El problema no es la religión sino el porvenir. Y el casamiento es una apuesta a futuro, una inversión basada en los parámetros FODA; y el amor, una aventura que se vive con la culpa de haber estado perdiendo el tiempo que hubiera sido perdido de todas maneras.
Entonces si se puede decir que dos personas que jamás se conocieron (convengamos que ella lo mira a él por divorciada desesperada porque ella es muy high para él y las clases no se cruzan, eso lo sabemos) se requete enamoran, ¿por qué no procurar un final feliz donde ellos, más allá de los mandatos sociales, terminan juntos porque se juegan por el amor? Vendanme el versito que lo compro, plis... No, claro, son demasiado disciplinaditos como para hacer el amor sobre el parqué por tres años más. ¿Qué hace Younger (el director)?, apura la ruptura de un amor que como toda inversión a largo plazo, algún día iba a terminar.
Yo me pregunto, ¿quiénes piensan las películas yankees? Me imagino al director sentado en una mesa larga de vidrio con miembros del FBI, la CIA, algún secretario de algún ministerio de divulgación, culto y comunicación, y una mano invisible que fuma. Ninguno deja las manos marcadas de transpiración sobre la mesa porque todos saben que el trabajo en serie del cine empieza por ahí, como no se ponen nerviosos cuando editan las escenas en la compu. Porque lo único que están haciendo es discutiendo (ellos dirían “arguing”) sobre el amor, pero no como lo hizo John Lennon, si no como un negocio más, y ahí es obvio que el amor va a ser contado como si fuera un negocio, porque es el código de la cadena de producción. Tampoco es que tengan que meterle ideas a la gente en la cabeza, básicamente las tienen que reforzar.

Si ni siquiera en el cine se habla de amor y para encontrar amor frenético hay que ir a buscarlo siglos y siglos atrás, ¿qué esperamos de la realidad?
Manga de reprimiditos. ¿Estoy exagerando? Sí, debe ser que estoy yendo al cine demasiado seguido.

6 comentarios:

onanista perdido dijo...

pulpita, vaya a ver una buena porno y déjese de hinchar !

Anónimo dijo...

tu publico lector te exige que aclares el primer parrafo

Anónimo dijo...

es cierto...!!!!!! tanto que hoy no se puede sostener ya a un pseudo galan que algo tiene de calvo ....

Pulpita dijo...

así que tengo público lector?
lea el primer párrafo dos veces, confío en usted.

Anónimo dijo...

Señora Pulpa: Me asombró haber pasado por lo mismo que ud. Imaginé al director cuando hacía esa puta escena final...
Lo mejor: la vi acompañada de mi amor.
Lo peor: hoy la recuerdo sola.

Saludos!

Anónimo dijo...

Looks nice! Awesome content. Good job guys.
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