Dormir y seguir duermiendo

Le regalé un par de sábanas, una almohada de siete pesos y dos individuales de esos que se enroscan y son de caña de bambú.
Despúes de comer nos fuimos a dormir, antes, yo puse las sábanas nuevas, sacamos las sucias, tiramos la almohada vieja, lo dejamos todo apilado ahí a un costado de la cama.
Me saqué solo la pollera y el pullover, me metí a la cama en calsitas y camiseta.
El me ama.
Es irrefutable.
Pero yo no quería tocarlo, ni besarnos demasiado, me justificó el cansancio, el sueño acumulado.
Y el sueño llega y entonces sueño que hibamos a un recital de Kiss, el lugar era un teatro muy lindo y el público eramos solo diez personas, no más.
La banda soporte eran sopranos rubias distribuidas entre la humilde multitud, no llegue a ver a Kiss, me despabile antes. Miré el reloj, tres y veinte. Seguí durmiendo.
Despues parecia que habia sucedido un desastre, una nena pequeñita se habia caído de un balcón y sus familiares corrian por la vereda desesperados, había fotógrafos y periodistas arrojados uno encima del otro queriendo fotografiar pedazos de carne que había en la vereda y charcos espesos, super espesos, de sangre de la niña muerta. Yo no podía ver ni a la sangre ni a los pedazos de carne, pero sé que la sangre era espesa y se levantaba del suelo como una montañita.

Me desperté siete y diez, y comprobé que las únicas ganas que se mantienen en mi mente y en mi cuerpo día a día, son las ganas de no venir a trabajar y quedarme durmiendo.
Comprobé que la desgracia ajena, como la de la familia de la nena muerta, me suena peor de caótica que la desgracia propia, más aterradora.
Hay días, como estos, en los que pienso en la unitilidad de levantarme y hacer lo que siempe se hace. En la inutilidad de estar acá, de ser presa de esto. Mi mente que me miente, que le miente a él. El miedo a lastimarlo, a dejarlo, a que me odie, a estar sola. Y entonces seguir por no cambiar.
Son mis pedazos de carne y es mi sangre la que cayó por el balcón. Soy yo que no me animo a juntar mis pedazos, en hacer morir la niña, en dejar nacer la mujer.


Antes de subirme al 39, él me dijo: estas tan fría, tan lejos últimamente...