jueves, agosto 03, 2006

Amistades

Le recomendé a una de mis amigas del campo que practique por una semana dejar de mentir, que lo ejercite, que trate de practicarlo para ver si le resulta.
Es que creo que ella es patológicamente mentirosa desde chica, para mi que es como un instinto lingual a transgiversar lo hechos reales
Pero me encanta pasar fines de semana en su casa campestre, es hermosa y lo que más me gusta y lo que más disfruto es la estufa a leña en el medio de la sala, el domingo, después del asado, me senté un poco cerca para comerme un almendrado mientras leía la Viva.
Solo termine leyendo el horóscopo y una nota sobre madres adolescentes que me hacia pensar en mi otra amiga, que también vive en ese pueblo, y que quedo embaraza cuando teníamos dieciocho.
Con ella nos conocemos desde segundo grado, pero cuando estábamos en quinto se tuvo que ir a vivir a ese pueblo porque su papá, que tenia una estación de servicio sobre la ruta de la entrada, estaba harto de viajar a cada rato y verlos tan poco.
Cuando llegaron allá los padres duraron juntos solo tres meses mas, la madre se enteró que él la engañaba justo una tarde que pescaba con su hijo en la laguna, un señor se acerco, le pregunto si ella era la esposa de Osvaldo y al escuchar la afirmación le despacho la noticia. Desde ese instante la madre levanto la sentencia que repetiría por siempre pero que no impediría que se instalen: “pueblo chico, infierno grande”
Se quedaron viviendo ahí, y eso que la casa de Banfield todavía seguía siendo de ellos, pero la madre prefirió quedarse, separarse, independizarse, refregarle en la cara al conchudo que engañarla fue un error que tendría que pagar con eternas deudas, dinero en efectivo cada dos o tres días, ventas de propiedades y la condena a la soledad, la pobreza y a esos bigotes horribles que no se podría afeitar jamás.
El hermanito de mi amiga era muy chico, así que no sufrió mucho el cambio, y la hermana justo terminaba séptimo grado, a si que la mudanza no la altero demasiado: de todos modos se hubiese tendido que separar de sus compañeros.
Pero para mi amiga y para mí, fue Trá-gi-co.
Me recuerdo sentada en mi escritorio escribiendo una carta larguísima que hacia llorar a todos los que la leían. Lloraban nuestras madres, lloraban las maestras, llorábamos nosotras. Es que el drama siempre fue el arma que mejor me defendió de la realidad.
Lloramos un poco más, nos hicimos promesas, firmamos escritos donde jurábamos por la Patria y por Dios que nos volveríamos a encontrar y donde yo prometía mantenerla al tanto de los chicos que nos gustaban y que por nada del mundo me iba a hacer amiga de las dos lindas del grado. Inventamos un símbolo, que era como una sigla retorcida con las letras de la palabra: “amigas”, que juramos tatuarnos en nuestra mayoría de edad y que en adelante usaríamos como firma para cada correspondencia que nos enviáramos. El juramento y el símbolo fueron guardados detrás de un cuadro en mi habitación como un tesoro secreto.
Y ahí se fue. De un día para otro mi “mejor amiga” se encontraba vaya a saber a que distancia de mi.
Creo que nos hicimos amigas cuando nos avisaron que se mudaría. Como que nos unió las ganas de ver que se sentía ser parte de un drama, de una separación así, forzosa, queríamos ver nuestros brazos estirados tocándonos las puntas de los dedos cuando su auto arrancara y yo quedara en la vereda viéndola partir, y ella sacara su mano por la ventana hasta que su madre le dijera basta y le metiera la mano adentro por que es peligroso, entonces yo corría un par de veredas hasta que mis padres me agarraban antes de que me derrumbe de tristeza, me metieran en nuestro auto y me lleven a casa.
Nos escribimos obedientemente durante años, hasta que a los catorce empecé a visitarla en su pueblo, al principio me pasaban a buscar ella, la madre y el hermanito cuando venían para Banfield a hacerse la ortodoncia, después, comencé a viajar sola. Me tomaba el tren en Retiro, o en Ezeiza y en unas horas estaba ahí, no era tan lejos al final, solo 120 Km. de la capital federal.
Las primeras vacaciones que fui me invitaron al cumpleaños de quince de una compañera de ella.
Mi amiga me obligo a besarme con el chico que en realidad le gustaba a ella, a ella y a todas, y que por lindo, creído y aburrido no le daba bola a nadie. Y como yo era la novedad del pueblo a mi seguro que me besaba.
Pleno julio, el cumpleaños se festejaba en el Club de Pesca sobre la laguna, yo estaba horrible, pesaría mas o menos cuarenta y nueve quilos y ya media casi un metro setenta, en esa época me planchaba el pelo con productos químicos aún no declarados tóxicos; el chico me saco a bailar, intercambie un par de palabras y de la mano me llevo hasta un muelle donde casi morimos por congelamiento sanguíneo.
Ahí brindamos con nuestra ortodoncia por primera vez.
Sus brakets y los míos eran una composición de metales congelados y babas escarchadas, lenguas duras presionando a la lengua contraria y manos torpes. que por inútiles, se quedaban donde están sin ni siquiera rozar los cuerpos.
Una verdadera: “tranza”.
Patética
Ese es hoy el padrino del bebé de mi amiga, y yo soy la madrina.
Nos volvimos a besar hace uno o dos años y lamentablemente, a pesar de que ya no tenemos ortodoncia, él sigue besando igual de rígido y metalizado.
A veces intenta volver a besarme, o trata de impedir que yo me bese con otros, pero no hay caso yo, que ya estoy libre de toda armadura bucal, con un par de quilos más y con una cabellera que se desarma en rulosidad frondoza, me declaro empecinada en probar la mayoría de bocas pueblerinas posibles.

4 comentarios:

Christian Nobile dijo...

Ayer me contaron de un blogger...que se toca mientras lee a las pulpitas...

La verdad es que no se que pensar.

¿Esta mal che?....

Pulpita dijo...

quien es? el onanista?
www.labuenaleche.blogspot.com????

Christian Nobile dijo...

noooooo....quedara en el misterio....por el momento.

Anónimo dijo...

espiritu beat,... no te tocaras vos mientras lees a las pulpitas???...

si sos vos, asumilo, no esta nada mal!

No tengas culpas.