En una época de mi vida no muy lejana se me había dado por correr, esto es, no hacer ejercicio físico, mas bien en situaciones de tensión: salía corriendo.
Lo implemente en mis últimas vacaciones en Montevideo.
Cuando mi novio me decía algo que no queria escuchar: corría.
Si nos peleabamos: corría. Simple: ante la adversidad: salía corriendo. Síntoma extraño.
Pero no es momento de análisis.
Un día de esos, en una de mis maratones, me perdí.
Me levante de la mesa del bar y salí corriendo.
Mientras corría, no era yo.
No sé...correr, creer que él me seguía, aunque no lo hiciese, y entonces acelerar, agitarme, el viento de frente, fuerte, la desesperación de alejarme rápido, no sé de que, pero poco importaba. El objetivo era el mismo acto de correr.
Causa y fin eran lo mismo. Correr, correr, correr, rápido y furioso, despechugandome el alma en esa brutalidad, dejando todo. Alejarme, salirme, escaparme, que me persigan.
Cuando me quise dar cuenta no sé donde estaba.
Y él ya estaba harto de mis escapadas.Y yo no estaba drogada ni en pedo eh.
¿para qué corrí?, la onda era que vos me sigas, sino, cual es, corro como Forest y qué.
Tuve que pedir ayuda para volver.
Pero volví, llegue al hotel. Entre sin hacer ruido, me desvestí despacio, como avergonzada, como infantilizada, y me metí en la cama.
Esa noche ninguno de los dos hablo.
sábado, noviembre 12, 2005
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