domingo, marzo 12, 2006

Dónde está el Oasis

Las chicas gritan y ellos no se inmutan. Con porte de modelo tonto, el más lindo (y más joven) de los Gallagher, encabeza la marcha de los cuatro manchesterianos -que se autocalifican como la mejor banda de rock inglés- hacia la sala de prensa a medio llenar.
Fuerzan la cara para no reírse. Los anteojos negros de Liam, el cantante, refuerzan la soberbia que tan bien supieron usar como estrategia de marketing. Él dice que todo es una porquería, que no se acuerda qué hizo ayer, que no sabe qué va a hacer esta noche, pero que finalmente la vida es linda. Su hermano Noel, se ríe de su indiferencia. Él ya no toma drogas desde 1998. Ahora, esa plata, la gasta en caramelos y en drogas para su hermano.
Con un humor de quinceañeros inmaduros, los músicos juegan al hastío y de repente se les escapa una risa, de las que salen cuando uno deschava una mentira. Pero hacen lindas canciones y además tienen un montón de gente alrededor que los cuida, que los celebra, les lava las preguntas y defiende la imagen que sus artistas quieren inculcar.
Acá, Liam se balancea en su silla, intenta meterse el micrófono en la boca y señala a la multitud de fans a través del vidrio del primer piso del Musimundo de Santa Fe y Callao, como si hubiera elegido a alguien. En Manchester, hace canciones, mira fútbol y toma cerveza.
Cuarenta y cinco minutos después de la conferencia de prensa, los ingleses van a esconderse otra vez, para después salir a firmar (sentaditos en una mesa de ejecutivos) banderas de Reino Unido, guitarras y hojas de cuaderno.
Un inglés, pelado, blanco, robusto, alto, con tatuajes, mira a los patovicas argentinos -que intentan marcar el orden a partir de la gomina- con la calma de alguien que sabe cómo se maneja el negocio del rock adolescente, por haber trabajado tanto tiempo en él, e intuye que va a salir todo bien.
Una ínfima parte de los adolescentes que viven de Rivadavia muy para arriba, suben en silencio y ansiedad las escaleras mecánicas de la casa de discos que los conduce al oasis. Un trámite que no les lleva más de cinco minutos pero que les transforma la cara.
Afuera, los que siguen agolpados en contra de las vallas, al no poder entrar, se conforman con sacarle una foto a la firma que los músicos marcaron con endeleble las guitarras.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

nena, me encantó como escribiste esto. Que orgullo amiguilla, cada vez mejor vos ehhh! SOS GROSA!

Anónimo dijo...

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